Obra ganadora - Tema Lopera
V CERTAMEN RELATOS BREVES "ECOS LOPERANOS"
A LA SOMBRA DE LA ENCINA (O EL PAGO DE LAS CUARENTA)
don Juan Balbuena
Sevilla, madrugada del Viernes Santo, 28 de marzo de 1998.
A penas a comenzado a clarear el día, Ceferino abre los ojos de manera súbita, quizá impelido por las tonadas de la marcha procesional Esperanza Macarena, que, envueltas en una bruma de incienso, restallan en la fachada de la cercana iglesia de El Salvador como un ruego sahumado por la dulce fragancia de azahar. Quienes lo velan piensan que es un milagro el que, tras cuatro días de agonía, haya recuperado la conciencia de la mano de la pieza musical compuesta treinta años atrás por su amigo de la infancia, el compositor loperano Pedro Morales Muñoz, quien, arrobado por la inspiración, plasmó en un papel los primeros acordes de la marcha a su paso por la sevillana plaza de La Campana, mientras iba dirigiendo la banda de Soria 9 detrás del paso de la Virgen Esperanza Macarena.
Como empujado por un resorte, Ceferino se incorpora en la cama, la respiración agitada, el frío sudor formando un lienzo de gotas céreas sobre su rostro. Su hija trata de calmarlo. El hombre se revuelve y balbucea palabras ininteligibles. El anciano, lejos de reparar en los familiares que le rodean, dirige su mirada, aturdida bajo un tabardo de lágrimas, hacia la ventana, los cristales a modo de espejos que reflejan para él momentos que lejanos en el tiempo, acontecieron a su amado pueblo, Lopera, lugar del que marchó para cumplir el servicio militar en Sevilla, ciudad que convirtió en su segundo hogar. El pasado parece recobrar vida delante de sus ojos glaucos...
Pago de las Cuarenta, Lopera mediados de agosto de 1931.
Las altas temperaturas han hecho que este año se adelanten las labores de la vendimia en el Pago de las Cuarenta, pues las uvas de la variedad Pedro Ximenez -introducidas en la zona en el año 1924 por el senador por Jaén, Bartolomé Valenzuela Rueda-, han madurado antes de tiempo.
Con poco más de ocho años, Ceferino ayuda a su padre, capataz de la cuadrilla de vendimiadores, en las labores que lleva a cabo en el viñedo. Como un perdigón, corre entre las vides cuando escucha su nombre: «¡¡Ceferino!!» «¡¡Ceferino!!» Lo mismo carga con el botijo de agua fresca, que acarrea los capachos de esparto para que los recolectores los llenen de uvas.
-Padre ¿cuándo me dejarás que corte racimos?
-Cuando te despegues un poco más de la tierra, hijo. ¿Ves esto? Se llama corquete. Era de mi padre. Me lo regaló el primer día que vendimié, y yo te lo regalaré a ti para que un día vendimies. Pero lo haré cuando vea que estás listo para cortar racimos sin llevarte un dedo por delante, porque su hoja está tan afilada como la navaja del barbero. Anda, cómete unas uvillas y coge la barja, que es hora del almuerzo; no nos vendrá mal echar un buen trago al gañote y comer un pedazo de pan con lo que nos haya echado tu madre.
-¿Pues qué ha de ser lo que madre nos ha echado en la barja, padre? Lo se siempre: chorizo, tocino, tortas...
-¿Y te parece poco, hijo?
-No, padre. Pero ya quisiera yo ver a madre con una fuente de roscos de agua o de pestiños.
-Y yo verla aparecer con un buen plato de gachas con tostones y matalahúva o con unas batatas cocidas con canela, limón y azúcar, hijo. Pero creo que ahora no catamos nada de eso ni aunque lo pidan las Animas del Purgatorio. Porque no estamos en Semana Santa por desgracia para ti, ni el día de Todos los Santos para desgracia mía. Anda, vamos a almorzar, hijo, que se nos echa la hora encima y hay mucha faena por delante.
El chiquillo corre para coger un buen lugar bajo la vetusta y enorme encina que se enseñorea en el viñedo, como un cíclope vigilante de una heredad bendecida por la tierra y el cielo. Bajo su beatífica sombra, los vendimiadores se refrescan un poco al tiempo que reponen fuerzas para continuar con la fatigosa recolecta de los racimos de uvas bajo el sol implacable.
El padre de Ceferino rebana la hogaza de pan y le da un pedazo a su hijo. El chiquillo corta con su navajilla un cacho de chorizo y se lo pone encima del mendrugo de pan.
-Por cierto Ceferino; a ver si ya empiezas a comportarte como Dios manda, que otra vez me ha dado quejas de ti el portero del cine del "militar". No sé en qué pensáis tu amigo Pedro y tú, siempre tratando de colaros como dos pillos. Pues te voy a decir una cosa: como don Manuel Alférez me ponga la cara "colorá", tú me sueñas, ¿eh?, me sueñas.
-Es que ponían una de Charlot, padre.
-Cuando no es Charlot es Napoleón. Tú lo que tienes que hacer es aplicarte con la cartilla, como Pedro lo hace con el flautín. ¿Sabes que el maestro Gil Lerín va diciendo maravillas de tu amigo? Dice que algún día, con lo que le gusta la Semana Santa, es capaz de componerle una música a alguno de los santos del pueblo. Y sin embargo Don Manuel Partera me ha dicho que no sabe qué hacer para sacar partido de ti. Hijo, tu madre y yo hacemos muchos sacrificios para que vayas a los Salesianos, pero tú parece que estás en las nubes. ¿Es que quieres ser un analfabeto como lo somos tu madre y yo, que lo poco que sabemos es lo que nos ha enseñado la vida?
-Yo lo que quiero es ser tan bueno como vosotros.
-Un zalamero es lo que tú eres. Hijo, tenemos muchas ilusiones puestas en ti: aplícate un poco cuando empiece el curso, ¿vale?
Ceferino, avergonzado, agacha la cabeza al tiempo que muerde el trozo de pan con chorizo...
La respiración de Ceferino se torna pedregosa en la medida que se apagan los sones de la Agrupación Musical de Nuestra Señora del Carmen de Salteras, que desde hace años acompaña el paso de la Esperanza Macarena en sustitución de la banda de Soria 9. Apenas con un hálito de vida, el lopereño toma la mano de su hija; la aprieta con una fuerza inusitada. Al anciano se le llenan los ojos de vida cuando ve a los pies de su cama a su esposa y a sus padres. La madre le ofrece una bandeja colmada de pestiños y roscos de agua. Sin pensarlo, se acerca para coger uno de aquellos dulces que siempre le supieron a gloria. Mientras lo saborea, cree sentirse al amparo de la sombra de la gran encina del Pago de las Cuarenta. Su rostro se inunda de serenidad...
JUAN CARLOS PEREZ LOPEZ, Ganadora del V Certamen de Relatos Breves "Ecos Loperanos" - Tema Lopera.